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Muchas personas creen que las mentes creativas se inspiran a menudo. Es verdad, pero en general se considera a la inspiración como un don divino o un evento mágico otorgado a los creativos, que surge de manera espontánea y casual; como si tomando el lápiz se obtuviera unsuperpoder único y se pudiera trazar y escribir automáticamente el branding de una nueva marca. Popularmente es así como se define.
Sin embargo, hay que notar que la verdadera inspiración no consiste en impulsos, arrebatos y deseos que un creativo suele tener. Corresponden a la pasión que mantiene por su vocación. La pasión que se lleva en el alma y la necesidad de expresión, a veces explotan y dan lugar a obras o ideas brillantes. Pero la pasión no es la inspiración en sí. Más bien es el motor que la impulsa. Incluso puede ocurrir un bello efecto de cadena, cuando la pasión se transforma en inspiración de otros: al verte trabajar, al ver tu obra, al conocerte como profesional o como persona. Sin embargo, volvemos a lo mismo: la pasión no es la inspiración como tal. La inspiración se debe trabajar.
Hace falta conocer y aprender para inspirarse. Nadie puede inspirarse sin haber meditado previamente alguna idea, suceso, métodos, pensamientos, citas, libros, películas, canciones, pinturas, proyectos, etc. La inspiración se alimenta, se lleva dentro como un valioso baúl que guarda los más profundos estímulos e ideas que se han implantado en la mente, consciente o inconscientemente. La inspiración es eso que te marca y te dice qué rumbo tomar y cómo recorrerlo. Es algo muy interno y sumamente personal.
Idealmente, cada profesional debe esforzarse por apoyar y fortalecer su inspiración. Hay que mantenerla despierta, curiosa y ante todo, atenta. Nace y crece del curioso y atento sentido del asombro —como el de un niño— y de los dones que cada uno tenga para ejecutar y trabajar. Debemos esforzarnos por mantenerla bella, cual musa verdadera, por llevarla a ver buenas películas, por entretenerla y cuestionarla con buenas conversaciones, jugar con ella a imaginar con interesantes lecturas; afinarle su oído con música de todo tipo que se nos haga memorable y duradera, alimentar su vista y su recuerdo con bellos paisajes, nuevas aventuras y experiencias; descubrirle nuevas facetas y fortalecer su carácter sintiendo nuevos sabores, olores, sonidos y texturas.
En definitiva, la inspiración es como una pareja a la que hay que cuidar y hacer feliz. Recíprocamente, sin duda alguna, nos hará felices también.
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